_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Contra el acosador en jefe

Además del control del Tribunal Supremo, en esta batalla se juega también el futuro de Donald Trump

Lluís Bassets
Manifestación contra Kavanaugh en Los Ángeles.
Manifestación contra Kavanaugh en Los Ángeles.MARK RALSTON (AFP)

Es la culminación de la batalla. El momento en que se juega su desenlace. No es una batalla banal. Puede que sea incluso decisiva en la guerra civil entre el conservadurismo social y el progresismo, que viene librándose en Estados Unidos. Y lo que está en juego es la hegemonía para una generación entera en el Tribunal Supremo, la institución que arbitra e interpreta la Constitución. Si gana Trump, y consigue situar a su candidato Brett Kavanaugh, de 53 años, como uno de los nueve magistrados vitalicios, estará en peligro toda la legislación progresista de los últimos 50 años, empezando por el derecho al aborto.

Kavanaugh no garantiza tan solo un cerrojazo reaccionario en la jurisprudencia constitucional, sino que, en caso de alcanzar el cargo, también actuará como el escudo judicial de Trump, asediado actualmente por las sospechas de colusión con los servicios secretos rusos para destrozar la campaña electoral de Hillary Clinton y de obstaculización de la acción de la justicia, concretamente del fiscal especial Robert Mueller, designado por el departamento de Justicia para investigar el caso.

El candidato de Trump a ocupar la vacante en el Supremo cuenta con la experiencia como asesor de Kenneth Starr, el fiscal especial que investigó a Bill Clinton por sus relaciones con Monica Lewinsky. A Kavanaugh se deben las preguntas más escabrosas sobre los contactos físicos entre el presidente y la becaria, aunque a Trump le interesan especialmente sus criterios jurídicos acerca de la imposibilidad de procesar a un presidente mientras ocupe la Casa Blanca, tal como defendió en un memorándum redactado al hilo del caso Lewinsky. Si el fiscal Mueller intentara incriminar a Trump, este tendría asegurado con Kavanaugh en el Supremo al menos el aplazamiento de su procesamiento hasta el final de su presidencia.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Todo se complicará para el presidente si no consigue nombrar a su candidato antes de las elecciones de mitad de mandato del 6 de noviembre, en las que los republicanos perderán con seguridad la Cámara de Representantes y pueden quedarse sin mayoría en el Senado. De ahí la tensión dramática alcanzada el jueves en el Senado, ante los testimonios de Christine Blasey Ford y de su presunto acosador sexual, el juez Kavanaugh, momento culminante del choque frontal entre el movimiento feminista Me Too y quienes simbolizan el dominio masculino, blanco y conservador.

Además del control del Tribunal Supremo, en esta batalla se juega también el futuro de Donald Trump, el acosador en jefe.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_